Journey

En una época en la que la oferta es enorme agradecemos apuestas como la de Journey. Títulos como Dear Esther o To the Moon resultan experimentos que merecen ser  calificados de experiencias. Su planteamiento obliga al jugador a liberar la mente de eternos tutoriales y anquilosadas mecánicas. Son títulos en los que prima la narrativa , contándonos por un breve espacio de tiempo una historia  que poco a poco iremos desgranando con la sensación de estar viviendo algo único. La estética juega un papel muy importante al no ser necesarios motores gráficos de ultima generación. El mejor ejemplo es To the Moon, que usa un aspecto visual que nos recuerda a la época de los 16 bits y nos ofrece una de las experiencias más bonitas que podemos sentir agarrando un mando.

Journey nos narra la historia de un viajero en la inmensidad del desierto, tomamos control de él y subimos una escarpada duna. Al llegar a la cima vemos nuestro destino, una gigantesca montaña aparece orgullosa, en el horizonte, retándonos a llegar hasta ella, mientras aparece en pantalla el título del juego y la cámara se coloca de forma inteligente en la espalda del jugador para ofrecernos un plano único. Desde este preciso momento tenemos consciencia de estar viviendo algo único. Al bajar la duna deslizándonos con una genial animación vemos como los granos de arena se comportan de forma individual y que el horizonte no parece tener fin, ofreciéndonos una sensación de libertad fantástica.

En los primeros compases del juego aprenderemos los controles y la mecánica. Podremos volar durante un breve espacio de tiempo y recolectar objetos únicos con los que mejorar nuestras habilidades. Journey no se trata de un juego difícil y en ningún momento nos plantea un reto, pero si queremos explotarlo en profundidad podremos buscar las diferentes insignias escondidas por el mapeado, los altares que nos narran la historia e incluso encontrar objetos únicos como una flor en medio del desierto. No toda la historia transcurre en el desierto pero no desvelaremos ninguna sorpresa. Cabe destacar, algunos momentos que quedarán grabados en nuestra retina por su belleza visual. La banda sonora de Austin Wintory nos lleva de la mano hacia la excelencia en el campo de sobreponer imagen y sonido en el momento exacto. A destacar el último nivel del juego, donde no daremos crédito a lo que estamos viendo, mientras jugamos con una sonrisa y los bellos de punta.

Journey ofrece una experiencia multijugador que recomiendo una vez hemos completado el modo principal. La razón es bien sencilla. En el modo multijugador podemos vivir nuestra aventura en compañia de un guia, un usuario anónimo que nos guiará por todos los recovecos de las pantallas. Esto puede resultar estresante la primera vez, ya que puede que queramos vivir la experiencia a nuestro ritmo, sin prisas. Si decidimos vivir la experiencia con otro jugador  viviremos momentos únicos, al ser capaces de comunicarse mediante sonidos y cooperar para volar sin necesidad de tocar el suelo. A nivel personal, me sentí especial al llegar casi al final de la aventura en compañía de otro jugador y al dibujarme sobre la arena un corazón arrancándome una sonrisa y una sensación de complicidad terrible. Más tarde descubrí que es un costumbre realizarlo y decidí que cuando me decida a enseñarle a otro jugador el fantástico mundo de Journey continuaré la tradición.

Alabado por la crítica, merece un lugar especial entre los grandes juegos de esta generación, acercando el género de videojuego hacia una experiencia que merece ser calificada como obra de arte.

Nota: 9